«Cuando veo a dos o tres guardias acercándose a mi celda, todavía hoy me paralizo de miedo: desde el día de las palizas, por los muchos golpes recibidos, ya no puedo orinar de pie». Son las palabras del testigo Vincenzo Baia, parte civil en el juicio masivo por la violencia cometida contra los reclusos de la prisión de Santa Maria Capua Vetere el 6 de abril de 2020, que tiene 105 acusados entre policías penitenciarios, funcionarios del Departamento de Administración Penitenciaria (DAP) y médicos del ASL de Caserta. Baia, todavía detenido por robo, se ve obligado a detenerse durante el examen mientras es interrogado por los fiscales Alessandro Milita, Daniela Pannone y Alessandra Pinto; el shock por lo vivido ese 6 de abril de hace casi cuatro años es demasiado fuerte.
Baia también dice que reconoce al agente Stanislao Fusco, acusado, como el que lo golpeó violentamente en la oficina de matrícula de la prisión. «Me golpeó mucho y me arrancó la barba, luego, cuando otros 7-8 agentes vinieron a mi celda, él se mantuvo al margen porque sabía lo que había hecho»; el abogado de Fusco, Angelo Raucci, le reprocha que después de los hechos "usted dijo que la barba le fue arrancada en el pasillo por otro agente, no en la oficina de matrícula".
"La barba me fue arrancada varias veces, y siempre por el mismo agente" se corrige Baia, que luego cuenta: "En la planta baja del departamento Nilo me encontré con un montón de agentes, y recibí muchos golpes, y de uno en particular - identificado en el acusado Giacomo Golluccio - una patada en el estómago"; el testigo también explica que "solo un agente me ayudó, es decir, el que me llevó a la celda de aislamiento en el departamento Danubio"; en la sala, el testigo señala al acusado Michele Vinciguerra, y el fiscal Milita le señala que "después de los hechos, cuando fue interrogado, usted señaló al agente Angelo Bruno, que es completamente diferente del acusado señalado hoy". "Entonces me habré equivocado" responde Baia, "pero quien me salvó es solo el policía indicado hoy".